jueves, 26 de mayo de 2011

Érase una vez, un niño de cinco años, que su mayor sueño era ser el primero en montarse en los columpios, en el patio del colegio. Un día, mientras esperaba en la cola para montarse, llegó una linda niña rubia y le cogió de la mano y le puso algo. El niño extrañado, se montó en el columpio sin abrir la mano, y en su casa la abrió y vio una piedra azul tan cristalina como el cielo en un día soleado, la dejó en su mesa de noche y se durmió. Al día siguiente, la niña volvió a aparecer, y le dio otra piedra azul, así durante nueve días, hasta que el décimo, cuando llegó la niña y le dio la piedra, el niño le preguntó que por qué le daba piedras azules todos los días, y la niña se fue corriendo mientras lloraba.
Después de ese día, no se volvieron a ver, hasta que pasó el tiempo, crecieron y por casualidad, se encontraron en la facultad y estaban en la misma carrera. El joven, al verla en la clase, se sentó a su lado y empezaron a hacerse amigos. Un día, mientras charlaban en la cafetería, el chico tuvo coraje y le contó que aún guardaba las diez piedras azules, y obviamente, que por qué se las daba. Ella cambió de cara totalmente, y le dijo que cuando era pequeña se prometió que cuando encontrara al chico de sus sueños, le regalaría el cielo a trocitos.





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